Amalia Enríquez | Madrid |
Enrique Iglesias no vino a la boda de su hermano porque, al margen de cantar la noche anterior en Puerto Rico, no quería ser utilizado como un “activo al alza” en el cobro de la exclusiva. El morbo que, sin motivo y fondo veraz, se ha creado alrededor de la mala relación con su padre aumentaría los ceros en el talón a percibir y, por ahí, no estaba dispuesto a pasar. Soy consciente que vende mucho más decir que Julio Iglesias no se habla con su hijo Enrique que contar que “el joven cantante” pasa largas horas con sus hermanos pequeños en la casa paterna de Miami cuando allí coinciden. Alejandro y Rodrigo, los dos mayores de Julio y Miranda, adoran a su hermano, van a sus actuaciones, le piden consejos y le ven muchísimo más de lo que muchos imaginan y otros desearían porque, al ser así, de desmonta su teoría de la mala relación entre padre e hijo.
Miranda no vino a la boda porque, desde hacía semanas, Julio Iglesias estaba alojado en su casa de Ojén. Pasa en España mucho más tiempo del que la gente imagina. Como se ha dicho, no vino el día antes de la boda a ver cómo había quedado su propiedad y luego se fue a Madrid al enlace. Desde el 5 de octubre, el cantante estableció su cuartel general en su casa marbellí para, desde allí, desplazarse a los diferentes países de su gira europea y africana. Cuando se da esta circunstancia, Miranda se queda con sus hijos en Punta Cana o Miami, dependiendo de las fechas del periplo mundial de Julio. Nada que ver con lo que se ha dicho de mala relación de la holandesa con los hijos del cantante y, mucho menos, con el hecho de que haya un contrato entre el matrimonio de aparecer en actos puntuales.
El marqués de Griñón fue otro de los ausentes. Se impuso la cordura y el saber estar de un hombre que siempre ha sabido permanecer en su sitio. Tampoco vino Christian Altaba, el marido de Chábeli, lo que propició que fuera Julio padre el acompañante de “su niña”, desbaratando así también los rumores de mala relación entre ellos. Rumores y leyendas al margen, las ausencias estuvieron más justificadas por no formar parte de un beneficio crematístico que por malas relaciones entre sus miembros. Esa es la auténtica realidad…
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