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29 sept 2008

Entrevista a Julio Iglesias




La llamada telefónica lo encuentra en el Caribe, en su veraniega mansión en Punta Cana. Tres días antes había llegado de Moscú, el último destino de una gira que recorre ya tres continentes. En pocos días Julio Iglesias volverá a alistar valijas para cantar en Argentina, Brasil, México y en nuestro país, el 30 de octubre. Su voz es la de un hombre entusiasmado a pesar del cansancio. Sin poses, alegre y divertido. Experto en entrevistas y en darle a un periodista lo que quiere. El inicio de la conversación está definido por un tópico: sus recuerdos del Perú. Lo primero que llega a la mente del divo español es el nombre de nuestra mayor compositora, Chabuca Granda. "Canté con ella muchas veces, la quería muchísimo, me encantaba. Para escribir una canción como "La flor de la canela" hay que experimentar una inspiración divina", dice.




¿Celebrar 40 años en escena marca una nueva etapa en su trabajo?
No marca nada. Cuarenta años parece que solo son una anécdota, una cifra sin mucho sentido. Ha pasado todo muy rápido, pero también todo muy bonito. Vivir con el cariño del universo, y lo digo sin presumir, cantar desde Finlandia hasta la China, es un privilegio único.




Sé que en Argentina Susana Giménez lo espera por un beso.
(Ríe) ¡Susana es como si fuera mi hermana! Son besos de hermano... de hermano malvado...




¿Ya pasaron los tiempos en que los medios azuzaban la rivalidad entre usted y su hijo Enrique?
No, eso fue un gran invento, que se produce por una gran provocación. Yo he sido siempre muy cómplice de la prensa. Para mí, la prensa ha sido fundamental. Me ha hecho existir y subsistir. Y entiendo la prensa rosa, la prensa amarilla, la prensa intelectual, entiendo las críticas, lo entiendo todo. Soy nieto de un grandísimo periodista, por lo cual nací algo cerca a ese mundo. Tengo que quererla, a veces sufrirla y mostrarme agradecido con ella. Más vale que hablen de uno, aunque sea mal (ríe).




Además, usted siempre ha sido un maestro en dar titulares...
He sido. Lo que pasa es que uno siente ahora las ideas más claras. Antes era natural dar titulares, yo salía de un club o de cualquier restaurante con cinco o seis chicas... ("me encantan las chicas desde que era pequeñito, y las admiro muchísimo", me aclara), y si una revista no tenía con qué llenar una página pues ponía a la chica que había salido al mismo tiempo que yo del restaurante. ¡Y yo no sabía ni el nombre ni el teléfono de ella para decirle qué guapa quedó en la portada! Todas esas cosas son parte de la vida del artista...




Usted ha cantado desde 1986 en varias ocasiones con Frank Sinatra. ¿Cuánto se identifica con él?
Yo tengo una anécdota muy bonita con Sinatra. Fui muy amigo de Mike Douglas (famoso animador de la televisión), quien me ayudó muchísimo cuando entré a Estados Unidos el año 1982. Él era amigo de infancia de Sinatra, y se querían muchísimo. De hecho, pasaban muchos fines de semana juntos, y le hablaba mucho de mí. Un día Mike me invitó al cumpleaños 70 de Sinatra y canté con Tony Bennett. Y Sinatra se me acercó y me dice: "ahora entiendo porqué Mike me dijo que tienes las mismas tripas que tengo yo". A partir de allí, me adoró ese hombre. Me invitó muchas veces a su casa y, sobre todo, hizo algo muy generoso, compartir conmigo a su manager. Y claro, tuve muchas ocasiones de cantar a su lado. Él siempre decía: "tienes un problema gravísimo... nací antes que tú" (ríe). Era un tipo muy simpático y cariñoso. Seguramente el artista más grande en la historia de la música popular .




En la ceremonia de los premios Grammy de 1984, usted le entregó a Michael Jackson, el premio de Mejor Artista del Año. ¿Cuál cree que es el secreto para que el éxito no consuma a un artista?
Yo creo que Michael no fue devorado por su fama sino por su infancia. Por la cultura familiar, cuando él tenía ocho años y se le exigía cantar. Todas esas cosas producen grandes traumas. De hecho, Michael hizo un disco a Diana Ross a mediados de los ochenta, y lo grabó en mi casa en las Bahamas, donde vivió con Diana un mes y medio. Creo que Michael tiene una incapacidad social grave, pero es un tipazo. El pobre debe tener tantas confusiones...




Usted varias veces se ha comparado con el ave fénix. ¿Cuántas veces ha renacido?
Yo renazco cada vez que salgo al escenario. En primer lugar, porque siento que es un regalo de la vida, como si empezara otra vez a vivir. Espero veinticuatro horas para salir al escenario y estar dos horas con la gente. No se convierte en obsesión pero sí en devoción. Parece mentira, pero cuando sales al escenario te miras más a ti mismo, entiendes más a los demás, te disciplinas al máximo, y haces cosas que quizás no harías si no tuvieras esas responsabilidades tan grandes.




¿Aún siente las secuelas de aquel terrible accidente que sufrió en su juventud?
El accidente afectó al sistema nervioso central y dejó pequeñas secuelas para siempre. Secuelas que, por supuesto, con los años van creciendo. Pero con disciplina y con gimnasio se van minimizando. Es decir, si sé que bebiendo media botella de vino una noche voy a estar un poquito desequilibrado, pues bebo solo un cuarto...




¿Imagina que habría pasado si en lugar de optar por la música, se hubiera mantenido como arquero en el Real Madrid?
Nunca fui un gran portero. Jugué en los juveniles, entrenaba con los profesionales, estaba en un equipo grande, pero no era un grandísimo portero. Tenía mucha ilusión y esfuerzo, pero no era un crack, ni un portero para la historia. Entonces no lo imagino.

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