Un vehículo enviado por el artista con personal de márketing propició el traslado hasta la urbanización donde se encuentra la residencia veraniega de Julio Iglesias y su familia, 454.711 metros cuadrados que son un auténtico vergel. Llama la atención un poderoso silencio y las enormes vasijas de barro que decoran el patio de acceso a la vivienda. En cuestión de segundos aparece Julio Iglesias por la puerta con una amplia sonrisa y tendiendo su mano izquierda. Tiene la piel menos morena de lo que se cree y tan surcada como se puede esperar de un hombre de 68 años. Mantiene un carácter jovial y seductor, aunque poco o nada queda del golfo que encandiló a miles de amores desde su debut en 1968 en el Festival de la Canción de Benidorm, que ganó con La vida sigue igual. Pocos saben que él mismo compuso este tema cuando se recuperaba del accidente de tráfico que a punto estuvo de dejarle en silla de ruedas siendo sólo un chaval. Su padre abandonó su profesión de médico y se dedicó durante dos años a la rehabilitación. Los médicos le habían desahuciado, pero una guitarra que le regalaron en aquellos años le dio la vida. Y la fortuna. Hoy, Julio Iglesias es uno de los hombres más ricos de España gracias a los 300 millones de copias de los 80 discos que ha editado en sus 43 años de carrera. Acreedor de 2.600 discos de platino y oro, ha ofrecido 5.000 conciertos en vivo —según él, son «pocos»— en 600 ciudades de todo el mundo y le han visto en directo más de 60 millones de personas.
Ya sentados en los inmensos sofás de un inmenso salón clásico — alfombras persas y muebles nobles—, el artista se empieza a interesar por la provincia de León. Va vestido con su sempiterna camisa de hilo blanca, unos pantalones apijamados de rayas grises y negras y unos zapatos beige de cordón que deben costar el alquiler mensual de un apartamento en Serrano. El pelo, con su característico engominado. Sólo rompe el elegante silencio de la villa el ajetreo de sus hijos pequeños (Miguel Alejandro, Rodrigo, Victoria, Cristina y Guillermo), que van y vienen acompañados de su madre, Miranda, una belleza de melena rubia que les acompaña todo el tiempo. Todo el mundo está pendiente de Julio. Su familia, sus asistentes, el servicio. Una palmada y un hola con la «a» bastante alargada son suficientes para que Alonda —una exótica joven que baila en el espectáculo del artista— le traiga su refresco de cola. «Toma lo que quieras, whisky, agua, Coca-Cola...». De repente, antes de que la grabadora se ponga en marcha, Julio Iglesias empieza la entrevista.—Cuéntame por qué me queréis llevar a León.
—[Tras unos segundos de embobamiento]. Esa clave la debería de tener usted.
—Es una tierra muy afín a mí, tengo buena conexión con ella. ¿Está difícil este año, verdad? ¿Han puesto entradas baratas, no?
—Algunos precios son populares, sí. Además, allí donde va la gente le quiere.
—Bueno, seguro que tu padre y tu madre...
—Cada 30 segundos suena una canción suya en algún lugar del planeta, así que tiene que haber algo más.
—Pues este disco ha sido una gran alegría para mí porque yo cantaba mal. No sé cómo vendía discos antes de los años 80, porque la verdad es que empezaron a ser buenos, buenos no, audibles, en esos años. Las canciones eran válidas porque eran simples, sencillas y muy apasionadas. Como sentía que las había cantado muy mal, tuve interés en volverlas a cantar, con la oportunidad que tienes ahora de que en un pequeño rincón de tu casa puedes montar un modesto estudio. Y se me ocurrió la idea de hacer estas canciones nuevas, y ha funcionado. Y te digo por qué. Cuando he tenido momentos de tranquilidad, y como me aburro mucho, pues me he metido en el estudio. Esucho La vida sigue igual, Manuela, Quijote, Abrázame... y de repente veo que esto lo puedo hacer mejor y rápido. Pero no fue tan rápido. No queríamos desbanalizar el arreglo original, pero queríamos que sonara más grande. Yo había tenido un problema muy grave con la compañía Sony. Hace cuatro años tuvimos un divorcio-separación y un buen día el chefman nuevo de la compañía me llamó para saber lo que pasaba con mi vida. Le dije que estaba feliz, que estaba repasando mi biografía y haciendo mi legacía. Vino a mi casa y le dije lo que estaba grabando. Me contestó que eso ya lo habían escuchado millones de personas. Pero lo escuchó personalmente y sólo dijo: «Esto tiene que ser nuestro». Llegué a un acuerdo con la compañía para sacarlo en España y en Latinoamérica, y en Latinoamérica ha sido un bombazo absoluto. Creo que es el disco más vendido de Sony este año allí. Y hace un mes y medio deciden sacarlo en el mundo entero, y mañana y pasado tengo aquí prensa que va de Finlandia a China. El disco puede vender dos o tres millones de álbumes. Tú imagínate una cosa que sale así y vende tanto. Es una satisfacción en el sentido de que no me equivoqué al rectificar. Rectificar siempre es importante, y más un artista como yo, que salió de la nada y que era mediocrito.
—¿Alguien mediocre lleva 43 años siendo el número uno en cualquier esquina de este planeta? Es para dudarlo.
—Eso es una casualidad. Estaba leyendo un artículo de Botero en un semanal donde le preguntan por la crítica y dice que el 90% de las críticas son equivocadas, porque lo único que es válido en la crítica es descubrir algo, pero criticar algo es absurdo cuando ya está descubierto. En mi caso personal, tan rodeado de críticas, hoy la crítica más grande es la mía propia. Por eso he rectificado. De esa crítica personal ha salido esta legacía (el disco) que me deja tan tranquilo.
—Siempre que hay un «1» viene un «2»...
—Voy a terminar mi legacía con canciones que no he hecho aún tras repasar lo que yo creía que era importante en mi vida, entregar ese volumen «2» y después de eso mi interés es estar vivo en el escenario, en la vida. Tengo 68 años y lo que más me preocupa a mí hoy es el futuro, no el pasado.
—Entonces, ¿no es un genio?
—Yo no soy un genio, soy un chico normal, un intérprete que ha aprendido a interpretar con el tiempo que me ha dado la vida. Es absurdo que yo no diga que he aprendido, si no lo hubiera hecho no habría cantado con Frank Sinatra, con Stevie Wonder, con Sting ni con esos monstruos de la música. He aprendido y lo que me mantiene vivo es la idea de seguir cantando. Si tú me preguntas a mí qué es en lo que tengo interés ahora te digo que no es el estudio de grabación. Para mí, la vida musical no ha sido un sacrificio, sino todo lo contrario. Pero estar en un estudio de grabación creativamente siete u ocho meses es una herida; pensando si va a gustar... No es tan fácil para mí ese tema.
—Su dossier de prensa habla de una vida de récords y millones de discos, pero no dice cuál es su récord vital, y yo se lo pregunto.
—Estar vivo, que para mí es cuando la responsabilidad, la alerta, entre la cabeza y el sentimiento es la justa, cuando coordinas bien con tu cabeza; eso es estar vivo.
—¿Cantar ahora es diferente a como se hacía hace 10, 20 o 30 años?
—Yo canto cien mil veces lo que cantaba antes. Pero es que no tiene nada que ver. León lo va a ver, vamos. Yo era un cantante muy pequeñito, muy regular. Una de las cosas que me da muchísima pena es que no rectifiquen algunas personas. Yo sí lo hago, he cumplido con mi misión. He sido capaz de entender lo que estaba mal, que es muy difícil en un artista, y más cuando ya ha vendido todos los discos que tenía que vender. Yo lo que quiero oír cuando cante estos días en España... lo único que quiero en estos momentos es que la vida me dé fuerza para tener una estabilidad fuerte en el escenario y cantar, no me interesa otra cosa. Si no pudiera, no sé a qué me iba a dedicar, no creo que tenga nada que me llenara, excepto mi familia. Pero no habría nada que me hiciera emocionarme profundamente.
—Hablar de Julio Iglesias es como hablar de Frank Sinatra o Barbara Streisand, alguien universal, vaya. ¿Qué tiene una persona así que no tenemos el resto de los mortales?
—No tengo una explicación. No hay que ser el primero de la escuela para ser presidente, ni ser el más guapo o el más alto. No hay que ser nada por querer ser algo. En las expresiones que llegan a las gentes, desde la escritura hasta la pintura, no existe nunca una lógica, porque la lógica es lo que está más reñido con la vida de un artista. Si escuchas a Bob Dylan y no sientes lo que siginifica Dylan en su conjunto, cuando todo son baby y tal, es imposible que te guste. Tienes que tener una serie de miles de pequeñas cosas que se juntan en un momento de la vida y que van creciendo con el artista. ¿Por qué un artista llega de Finlandia a China? Por el estilo. Nosotros somos vendedores de estilo y eso pasa en todos los niveles de mi vida artística: lo que parece que es un estilo en la voz y, poco a poco, va llegando a la gente, y la gente compra. Es estilo en la manera de cantar mezclado con una actitud vital que se convierte en universal. Pero no tiene explicación. En la vida no siempre dos y dos son cuatro. Imagina una persona como yo, que empezó a cantar tan mal. Tú coge La vida sigue igual y vas a ver lo que era.
—¿Puede que a su éxito haya contribuido cantar en veinte idiomas?
—Eso es ‘consecuencia de’, pero no. Es una manera de llegar a las culturas, pero no eres universal con eso. No hay que buscar más explicación: talento, poco; voluntad, mucha; suerte, muchísima; inteligencia, aprendida; combinar detalles que parecen insignificantes. Es un mundo de suertes. Tú vas a un festival de la canción y hay mejores canciones que la tuya, pero ganas. Y al revés: participas con la mejor canción y no ganas, y no pasa nada contigo en tu puta vida. En realidad todo depende de muchos márgenes.
—¿La vida sigue igual que aquel año de Benidorm?
—A mí me gustaría que la vida siguiera igual para mí, y que tuviera las fuerzas que tenía antes, que era un tipo más fuerte. Yo vivo con los mismos valores heredados de mis padres, sólidos, pero rectificado en mis ideas de todo tipo, desde las políticas hasta las sociales. Para mí es muy fácil hablar de la vida porque ha sido un regalo todo lo que me ha dado, pero no me atrevo a hablar mucho en estos momentos, donde me para la gente por la calle y me dice lo que está pasando.
—¿Y qué le cuentan?
—Es angustioso. Somos el país más atractivo de Europa, no hay otro que tenga mayor índice de atracción. España es un país modernísimo. En mi cabeza, que vivo fuera de España desde hace 35 años, no lo puedo entender. No entiendo cómo un país que es un sueño con mil millones de clientes... Pero, ¿qué es lo que ha pasado en este país en los últimos años? Yo no hablo de izquierdas ni de derechas, hablo de nosotros. Hemos perdido ese rumbo que iba a más, a más, a más y que nos hubiera llevado a ser uno de los países más importantes del mundo. No lo puedo entender. No sé qué hubiera sido de mí si no hubiera intentado otras fronteras.
—¿Le preguntan mucho en el extranjero por la situación de España?
—Por supuesto yo nunca hablo en público sobre crisis, todo lo contrario. No soy tan estúpido de echar más mierda a los tejados. España es uno de los países más brillantes del mundo. A nivel personal, sí que he hecho declaraciones muy fuertes sobre mi país. A lo mejor somos un país que hemos ordeñado demasiado a las vacas gordas y no hemos dejado nada para prevenir. La crisis es universal, pero en España es más bien una depresión, con millones de parados. Ustedes en León tienen un problema muy grande con la minería. Cuando hay miles de familias que están sufriendo sólo hay que entenderlas; entender su situación y cómo un Estado en depresión puede ayudar al sector y compensar una minería que es necesaria para que puedan vivir muchas familias. No entiendo mucho lo que significa el carbón dentro de la industria universal, pero sé que es injusto que esas familias se queden sin trabajo. Imagino que esas familias tendrán a su lado otras cientos, miles, millones de familias que tampoco tienen trabajo, osea que a la angustia de la minería se une la de millones de personas que están sin trabajo. Es una cosa absurda.
—¿Usted ha notado la crisis de alguna manera?
—La crisis de los artistas no están relacionadas con que haya más o menos gentes. Si a un concierto mío en vez de 20.000 vienen 5.000 personas ya estoy feliz igualmente. La mayor crisis es cuando la gente le deja de querer. La gente a lo mejor deja de ir al concierto porque no puede pagarlo, y me encantaría enviar una nota al alcalde y decirle que deje pasar a todo el mundo que no pueda entrar, me encantaría, y de hecho vamos a ver cómo hacemos para tener un gesto importante con la minería. Tiene que pasar. Esos gestos de conciencia... Lo que sí puede ayudar es concienciar a la gente en una región como el norte que tienen problemas graves. El problema ahora está identificado con la minería porque el del minero no es un trabajo que se pueda recuperar. Es la diferencia grande entre las gentes normales y la minería. Un minero si no le dan la mina no tiene trabajo. He conocido mucho la minería, porque he pasado mucho por Ponferrada. La minería hoy es más abierta, ¿no?
—Sí, hay muchas explotaciones a cielo abierto que ayudan a equilibrar las cuentas de las empresas, pero aún hay mina de interior.
—¿Cuántas gentes trabajan en las minas?
—Unas 5.000 personas...
—¿Cuánta silicosis hay?
—Siguen teniendo problemas respiratorios, pero ya no es lo de hace 50 años.
—Que se morían con 40 años... ¿Qué gana un minero?
—Se puede morir de la risa, pero si es subcontratado puede que 900 o 1.000 euros.
—¿Cuánto?
—900 o 1.000 euros
—¡No! ¿De cuánto depende León de la minería?
—Se calcula que un 20% del Producto Interior Bruto lo genera la industria del carbón, directa o indirectamente.
—Los jóvenes como usted qué entienden que se puede hacer en una minería donde ya la rentabilidad...
—Sale más barato importar el carbón de países donde los trabajadores no tienen derechos.
—¿Y qué está haciendo el Estado?
—Adelantar el cierre de las minas, recortando las ayudas mucho más de lo previsto.
—Yo creo que va a rectificar, porque es un nivel social que España siempre tuvo conciencia de su sacrificio. Aunque sea por esa conciencia de esas gentes... Yo me acuerdo cuando mi padre era médico y esa gente se moría a los 45 años de silicosis. Claro, hoy en día hay otro nivel cultural en los países desarrollados y está más cuidado. Los españoles a veces cometemos los errores de que no tenemos una base sólida para habernos preocupado hace 25 años por una problemática futura y haberla arreglado de una manera más lógica. Todo se desborda. En España, el río pequeño que no tiene agua durante diez años de repente se desborda y mata a gente porque no habían previsto que el río se podía desbordar. Es muy latino, muy nuestro. Y esa solución la tienen nuestros hijos, y una educación social, política y económica fortísima, que es lo más agravante que tiene un país que se desarrolla rápidamente y que se despreocupa. Si yo no hubiera tomado el mundo del ‘desarrollo musical’, cantar en idiomas... Lo que me ha hecho más universal es aprender, aprender a negociar con mi futuro; apendender a crecer por cojones, si no aprendía a los tres años me iban a echar de los escenarios, porque yo era malo.
—¿Cree que si hubiera gobernado el Partido Popular en los últimos años la situación sería otra?
—No, yo no creo ya en absoluto en eso. Hay gobernantes más inteligentes, que tienen la visión más grande y otros..., como en la música. No hablo de la izquierda ni de derecha, me da absolutamente lo mismo. La función más importante de un gobernante es administrar el país, ese derecho es fundamental. Hoy en día la economía manda. Si la gente no vive bien, el presidente lo está haciendo mal. España ha evolucionado a una velocidad grandísima y, al mismo tiempo, los españoles hemos pensado que los demás estaban parados. Pues no, crecían menos rápido, pero más seguros.
—Da la sensación de estar escuchando a un indignado del 15-M.
—No. Yo creo que hay indignados que deben indignarse, y hay gentes que se juntan a los indignados, estoy absolutamente convenido. Hay una parte de indignación legítima, pero hay otra parte de indignados que les gusta eso de «mal de muchos, consuelo de tontos».
—Cuando sale al escenario, ¿es consciente de que hay mucha gente que está haciendo un verdadero esfuerzo económico para ir a verle?
—De eso soy consciente desde hace 15 o 20 años. Desde que mi instinto se relajó y mi cerebro y mi inteligencia, en pequeñas cantidades, que no las tengo grandes, se juntaron entiendo más que nunca el esfuerzo de las gentes por verme cantar. Esa consciencia no la tengo ahora que voy a León, la tengo desde hace años. Nosotros somos privilegiados. Reunimos a las gentes en un sitio para comulgar con ellos. Salimos al escenario y ya nos quieren. Y nosotros nos enamoramos. Es una relación profundísima. Cuando nos retiran es el desamor más grande. Me gustaría preguntar a los presidentes qué es lo que sienten cuando el pueblo no les vota. Debe de ser un desamor terrible, una muerte prematura.
—¿Qué le sugiere Vegamián?
—Era muy chico yo. Vegamián, no se me ha olvidado el nombre. Tenía unos dos años y mi padre me llevó con mi madre, embarazada de mi hermano, para respirar el aire puro de la montaña. Y León me evoca muchas cosas. Pasé mi primera noche de luna de miel de mi primer matrimonio en San Marcos. León es monumental. El castellano tiene una virtud maravillosa y es que es estoico. Se nota en los trigales, en los colores marrones. Yo estuve en esas tierras andando hace un año. Iba en coche y recorrí la Castilla vieja y entiendes a los españoles, entiendes cómo podemos sobrevivir en tierras tan austeras. El color de la siega es una belleza. Entiendes mucho más a una España sobria, que no mira a los mares. El Reino de León tiene lo estoico y austero de los españoles. Me encanta que el Duero haya regado gran parte de Castilla y haya producido ese vino maravilloso.
—De todas las mentiras que se han dicho sobre usted, ¿cuál es la que más gracia le ha hecho?
—Cuando dicen que canto mal. Yo he expuesto mi vida siempre, todo. Nunca he ocultado a mis hijos, los mayores son unos campeones y los pequeñajos, una joya. Mi vida tiene defectos, cosas malas, atropelladas, pero es un libro abierto. Pregunta a tu mamá sobre mi vida y lo sabe todo, seguro. Y seguramente alguna mentirilla he dicho; no sólo han hablado de mí cosas que no son ciertas, yo también he dicho alguna tontería que no es cierta. Además que yo siempre he sido muy superficial en las entrevistas. Para agarrarme a mí en una entrevista profunda a lo mejor hay que agarrarme con un Vega Sicilia. Cualquier vino daría más profundidad a esta entrevista.
[«Estoy muy bien, eh», advierte a quienes se ocupan de que las entrevistas terminen a su tiempo, pero él manda. Y si empatiza con el periodista, la cosa se alarga y se alarga].
—¿Qué le ha cambiado más, la vida o los hijos?
—Los hijos te cambian, aunque sería una mentira decir que rotundamente. Este nueva etapa de mi segundo matrimonio, con mis cinco hijos, me hace más responsable en cuestión de emociones. Muchas veces hago las giras en función de mis hijos, de dónde vamos a estar, que también es un privilegio. Tener esta nueva etapa hace que yo también me envuelva alrededor de sus circunstancias.
—¿Alguno más pretende seguir sus pasos?
—Enrique ya es campeón del mundo, Julio es otra maravilla. Los dos pequeños son rockeros, tocan la guitarra. No sé de dónde nace la música. Yo no he sido músico. Para mí la música no existió hasta los 20 años. Cuando me quedé en la cama por un accidente gravísimo que tuve ahí empezó a existir la música. Antes ni siquiera lo imaginaba. Yo no nací cantante ni artista.
—La guitarra se la regaló un amigo de su padre de Alicante. ¿Dónde está?
—La tenía mi padre y yo creo que la perdió. Con esa guitarra escribí yo cien canciones. ¡Qué cosas! Te dan una guitarra y de repente escribes Abrázame.
—El dinero da la felicidad.
—El dinero da una gran seguridad, pero llega un momento en el que el dinero ya no hace falta. Y alguno dirá, pues si no te hace falta, dánoslo. Yo debo tener trabajando en las empresas miles de gentes que dependen de mis decisiones, acertadas o no acertadas. Yo tengo la conciencia tranquila de no vivir en la avaricia, de no repartir. Siempre he sido generoso con la vida y sigo siéndolo. Sería absurdo que una persona que la vida ha sido tan generosa con él no sea recíproco. La gente pregunta si regalo, no regalo, si hago cosas. He hecho 20.000 cosas: he trabajado veinte años para Naciones Unidas, he visitado campos de Asia y África. Tienes que entender que yo llevo 36 años viviendo fuera de España. Es ahora cuando estoy volviendo más a mi país; mis hijos y mi mujer adoran España. Pero yo soy un emigrante. La gente dirá, bueno qué fácil es decirlo. De una manera insólita, un país que ha recibido tantos inmigrantes se ha convertido en un país de emigrantes. Es decir, en España hay miles y miles de chicos y chicas preparadísimos que se están yendo de este país, tú sabes.
—Sí, hay una auténtica fuga de cerebros.
—Fíjate la ecuación hoy. Argentina emigra a España y ahora España es la que está emigrando a Argentina. Ecuador llega a España y ahora técnicos, arquitectos, ingenieros españoles se van allí. América Latina hoy es la salida más importante que tiene esta gente nueva española preparadísima para vivir. Se van con 22 años, se enamoran, se casan y se quedan. Es mucho más fuerte que el plan que llevaba a Estados Unidos a los chicos europeos con 22 o 23 años que estudiaban tecnologías fuertes; iban allí y se quedaban allí enamorados... y así Estados Unidos ha cogido cientos de miles.
[Entra su hijo].
—Dile como te llamas tú, por favor.
—Guillermo.
—¿Qué le dices a Marco?, ¿dile a qué juegas por favor?
—Play Station, Wii, deportes como fútbol, paintball...
—¿Te gustan las chicas?
—No
—Un poquito.
[El niño, de cinco años, hace con los dedos un cero]
—Esta es mi mujer, Marco.
[Miranda se acerca y mientras da dos besos, comenta: «Hola, ¿qué tal? Mucho gusto»]
—(Julio a su mujer) Está muy feliz Marco. Déjame un ratito más con Marco. (El artista se reincopora a la entrevista). Mi conciencia puede estar tranquila porque yo no nací en el éxito. Nací en plena Guerra Mundial, con un papá médico, con dos familias diferentes, uno de izquierdas y otro de derechas, y yo me acuerdo con seis o diez años haber pasado esa hambre, no hambre, pero eso de tomarte una galleta a la semana. Todo lo que he conseguido está fundamentado en un esfuerzo personal. He tenido la ventaja de tener un padre muy generoso que me dio muchas cosas y mi mamá. Pero nadie me ha enseñado a cantar ni a meterme en los estudios. He conseguido lo que casi es imposible, y es aprender a cantar. Normalmente los cantantes nacen.
—¿No canta a sus hijos?
—Estos pequeñajos no me escuchan, ellos están en el pop-rock. Yo le digo a mi mujer: sabes, mamá, el único que no sabe la edad que tengo es el pequeño, porque es el único que escucha mi música. En esta casa Julio y Enrique son reyes. Escuchan su música todo el día. El 90% del iPod de mis hijos pequeños tiene canciones suyas.
—Algún día escucharán a su padre.
—No creo.
—Claro que sí, a todos los hijos nos pasa. Llega un momento, no sé muy bien cuándo, que empezamos a comprender a los padres y a conectar con ellos, no sólo a quererlos en la distancia.
—Pues es una buena noticia. ¿Qué años tienes tú?
—39.
—¿Tienes a tus padres vivos?
—Sí.
—Nunca en la vida pierdas ningún tiempo de estar con ellos, porque es de lo que más te vas a arrepentir. El mayor arrepentimiento de mi vida es no haber disfrutado más de mi padre y de mi madre, sin lugar a dudas. Te contaban algo y siempre tenías prisa...
—Esto nos ha pasado a todos.
—Pero tú eres buen hijo. ¿Cuántos hermanos tienes?
—Dos, ambos mayores.
—¿Y qué edad tienen tus padres?
—74 y 73. Gente sencilla.
—Preciosa, una maravilla, ¿no?
—Desde luego. Hoy he hablado con ellos y todos están pendientes de esta entrevista.
—¿Cuántas veces les llamas a la semana?
—Todos los días, sobre todo por las mañanas para saber qué hay de comer.
—Qué bonito. Y vivís todos en León..., una ciudad que a los diez minutos estás en el campo. Cuando anegaron Vegamián hubo una protesta muy grande.
—Todos los años se recuerda el pueblo en una fiesta de verano. [La conversación cambia de registro y entra en su recta final] ¿Se deprime?
—Ahora no, porque la depresión cuando la conoces, cuando te va a llegar... He tenido dos en mi vida. Una en China, en Hong Kong. Hace treinta y tantos años estaba jugando al tenis y sentí un tirón en la espalda y pensé que me iba a quedar paralítico otra vez. Me entró una depresión y lo pasé mal. Tuve que venirme incluso a España. Mi padre y mi hermano me ayudaron mucho. Después tuve la segunda en el año 85. Fue grave porque esa depresión me refugié durante un año y dos meses y no quería salir; me curé nadando. En una playa que había frente a mi casa nadaba y nadaba y nadaba.
—Toda su vida parece así.
—Esa depresión me enseñó porque la combatí físicamente, no con pastillas. La primera sí, pero la del 85, cuando me operé los ojos para estar más joven y no salió bien, no. A partir de ahí, cuando tengo un momento que se me aburre el alma... Además que yo nunca he tenido problemas con las drogas, y en mi saco la depresión es psicosomática por el accidente. Nunca he tenido ninguna relación con lo no corregible. Mi fuerza bruta ha sido siempre fuerza para controlar.
—¿Cómo es su mujer? ¿El matrimonio le ha quitado chispa a la vida?
—No. He estado casado con mi mujer desde que la conocí. Me he casado ahora por vergüenza. De hecho, ni siquiera siento que estoy casado. Mi mujer es una motivación en mi vida sin la cual no prodía vivir. No por nada, pero no entiendo mi vida sin mujer. No la entiendo. Ni sin mis hijos. Pero sin mi mujer, seguro, porque los hijos se van. Somos parte los dos de un movimiento anímico muy fuerte y hay mucha compasión y amor.
—¿Teme que el público le retire?
—Ya es tarde. Me he hecho suficientemente mayor para que las gentes me echen. Parece inmodesto decirlo, pero ya es tarde para que me dejen de querer. Están casados conmigo y yo con ellos.
—De todas las casas que tiene, ¿cuál es su hogar?
—Los hoteles. Las camareras me cuidan, me dan dos besos siempre que llego, me esperan con atención, te miran con cariño. El hotel es una maravilla, te quita muchas responsabilidades. Aunque no te lo creas voy a vender todas mis casas, menos una. No estoy en la fase de comprar, estoy en la fase de vender. Acaparar y acumular cosas te quita la libertad de volver a empezar porque llega un momento que asumes tantas responsabilidades. Tengo casas bonitas, pero no me interesan tanto. Me interesa una casa simpática, cómoda, un avión rápido para ir a cantar, pero no quiero mucho más.
—¿De quien ha aprendido todo lo que sabe?
—Del tiempo. Ha sido un gran aliado mío. Soy amigo del tiempo. Ahora tiene que ser un compañero porque lo necesito, tiene que ayudarme. Me quedan cosas que hacer, hijos pequeños, aún puedo ser creativo. Ahora es mi compañero vital. Si le hubiera dejado de estimar se habría separado de mí, pero siempre ha sido un maestro.
Media hora más tarde de lo acordado concluye una entrevista con sabor a buen vino.
2 comentarios:
Un gran abrazo a Julio Iglesias que me dio tanto por medio de sus eternas canciones y filosofia de la vida,
Solo 3 dias mas para verlo en Barcelona,
Saludos de Tel Aviv
Ricardo
ESTUPENDA ENTREVISTA,SIEMPRE DICE LO QUE SIENTE,SIN OCULTAR NADA,GRANDE JULIO!!!!!!!! TE QUIERO.
MA. ANGÉLICA HAEDO HILL.
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