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31 ago 2008

Intimidades de Julio Iglesias son reveladas por su ex 'manager' Fernán Martínez


Intimidades de Julio Iglesias son reveladas por su ex 'manager' Fernán Martínez

Él ya no canta por dinero. Lo hace por placer, ya que tiene una fortuna de más de 1.000 millones de dólares. El ídolo español se presenta este lunes en el país, luego de 25 años de ausencia.

Tomando el micrófono como si fuera una copa de champaña, Julio Iglesias parece que no estuviera cantando sino haciendo fonomímica.

"Cambia más de ingeniero de sonido que de novia", dice Rafael Ferro, su director musical de hace mas de 30 años y quien ha sido despedido varias docenas de veces.

Más de 150 ingenieros de sonido han coordinado los escenarios donde canta Iglesias. Y los que no han sido despedidos quieren ser llamados para ver cuántos conciertos sobreviven al lado del monstruo.

"Tiene razón en lo que me dice: algo estaba sonando mal", dijo un día uno de los más cotizados ingenieros del mundo. Es que el oído de Iglesias es asombroso: oye la nota discorde del último violín.
Pero hace muchos años que no viene a América Latina. La razón es muy sencilla: dinero. La sola gasolina para su avión G5.5 y las 10 botellas de vino Chateau Lafitte 82 que necesita valen lo que cobra un artista en boga.

Él ya no canta por dinero. Lo hace por placer. Su fortuna de más de 1.000 millones de dólares la ha hecho en negocios de propiedad raíz.

Es dueño de la tercera parte de Punta Cana (República Dominicana), incluido el aeropuerto, tiene una bella finca de 230 hectáreas en las Colinas de Marbella, desde donde se ve la costa africana, y su casa de la Isla Indian Creek en Miami estuvo a la venta por 40 millones de dólares, y como no apareció comprador decidió tumbarla.

En España está construyendo urbanizaciones de lujo y tiene una isla entera en Bahamas. Su avión vale 45 millones, su cava de vinos no la vende por menos de 30 millones de dólares y en una bodega de Miami guarda sus dos Rolls Royce azules.


Entre el PP y los demócratas


Bill y Hillary Clinton pasan largas temporadas en Villa Bonita, una de las seis villas de su casa en Corales de Punta Cana y la posible presidenta de los Estados Unidos llama a Miranda, su esposa, con mucha frecuencia para preguntarle por los hijos.

Es tan estrecha esa relación, que Iglesias, profundo amigo y admirador de José María Aznar y Mariano Rajoy, del Partido Popular español, está pujando por primera vez por un demócrata en la Casa Blanca. Si Hillary gana, Julio Iglesias muy seguramente cantará en su ceremonia de posesión.

Ese día, seguramente, llevará traje, corbata y zapatos negros, pues es lo único que se pone para cantar, junto con camisa de seda color hueso y el inseparable chaleco bien apretado. Para cada concierto lleva mínimo 10 de estos atuendos, que tienen huellas secretas. Hay unos que se acaban de viejos.

De memoria prodigiosa para nombres, rostros y momentos, le fascina tocar, abrazar y besar a la gente: entre más humilde, más fuerte es el contacto físico.

Posa para cada 'fan' como si fuera la portada de su disco, pero no permite que le tomen fotos sino por el lado derecho y nunca desde abajo.


Su papá lo lanzó a la fama


Es un gran anfitrión, pero odia visitar casas ajenas. "Me da pena hacer pipí en casas extrañas. Son los genes de mi padre", dice.

El doctor Julio Iglesias Puga era su mejor amigo y más temido crítico. A sus sesenta años, 1,000 millones de dólares, 3 mil o más mujeres, ocho hijos conocidos y 1.500 portadas de revistas, fumaba acojonado a escondidas de su padre como una quinceañera.

Ese padre fue quien influyó ante el Ministro de Cultura de Franco para que incluyera entre los finalistas del Festival de Benidorm de 1968 a su hijo Julio, quien terminó ganando con 'La vida sigue igual'. Así comenzó su carrera: con un traje blanco y las manos en los bolsillos, porque no sabía qué hacer con ellas.

En esos bolsillos siempre lleva un tubito de plástico con tres pastillas y un numero de teléfono que le dio Valentín Fuster, un científico del corazón que solo atiende a millonarios y paupérrimos.
Todas las mañanas, cuando Iglesias nada en el delicioso mar frente a su casa de República Dominicana, alguien en la orilla le guarda el tubito.

Sabe más que los demás de todo. Política, fútbol, aviación, jardinería, arquitectura, negocios o medicina, pero le fascina hablar de sexo. Nunca presume de las mujeres que ha amado, solo recuerda las que se le han escapado. "El gran secreto es no dar nunca la espalda en la cama".

Ahora las prefiere rubias nórdicas, pero en sus 30 y 40 le fascinaban latinas, mulatas y asiáticas. No se le conoce ninguna relación medianamente seria con una chica española.
"A los españoles les gusta el luto y van a los toros a ver si el toro pilla el torero", le he oído decir varias veces. "Para triunfar hay que irse del país: mira lo que pasó con Picasso, Cassals o Dalí".

Pero no puede vivir lejos de su España ni pasar un solo domingo sin llamar a alguien para que le diga en viva voz los resultados de fútbol de la liga Española. No se puede acostar un domingo sin saber cómo le fue al Real Madrid.

Y este lunes llega a cantar después de 25 años a Bogotá, a sus 65 octubres bien vividos: peleará con su ingeniero de sonido, mandará a callar a un fogoso admirador que le pida cantar 'Hey' cuando esté cantando 'De niña a mujer', lo verán con la camisa sudada como si fuera un gladiador, sus manos se tocarán el estómago durante las dos horas y media de concierto, hablará mucho, hará chistes sobre su vida sexual y todo el mundo se dará cuenta de por qué este españolito conquistó al mundo.

"Y, además, cada día canto mejor, para que se jodan los que me han criticado", dice.

FERNÁN MARTÍNEZ M.

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