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12 may 2014

Montecastro, la pasión tinta de Julio Iglesias

Muy buena tenía que ser Bodegas y Viñedos Montecastro, constituida en 2001, para conseguir en solo cuatro años en 2005 93 puntos en el Wine Advocate del gurú Robert Parker con su Montecastro Tempranillo 2005, o volver a ser calificada en 2013 con 93 puntos, esta vez la propia bodega y viñedos por la revista Wine Spectator del editor Marvin Ray Shanken.
Entre medias, otro sonado reconocimiento internacional: elegido en 2010 Mejor Ribera del Duero por The New York Times en una cata de 20 botellas de menos de 45 euro
s por delante de los Alonso del Hierro María, Arzuaga, Condado de Haza, Federico, Figuero, López Cristóbal, Pesquera, Sastre o Valderiz.
Enclavada en pleno corazón del Duero en Castrillo de Duero a 185 kilómetros de Madrid entre la también vallisoletana Peñafiel y las burgalesas Roa y Aranda de Duero, la bodega, creada en 2001 por el editor Alfonso de Salas, marqués de Montecastro y Lallanahermosa, con unos amigos, se propuso competir abiertamente en calidad y precio con los grandes Ribera del Duero Reserva en la franja razonable de precio por debajo del mítico Vega Sicilia y con el referente del Protos: Hacienda Monasterio, Matarromera, Pago de Carraovejas, Pesquera o Viña Pedrosa, además de los antes citados.
Un gran vino por debajo de los veinte euros, perfecto para un primer ensayo de brindis ‘con pretensiones’ por la salud de los presentes, cortésmente extensivo a la del Hospital que tal sacrosanto nombre lleva y también, ya puestos, la del bodeguero y sus ilustres socios: Juan González, Pedro J. Ramírez, Gregorio Peña, Francisco Torres, Enrique Sánchez y Julio Iglesias, entre otras personalidades relevantes del mundo empresarial.
El ‘puntazo’ de tener como socio a Julio Iglesias, quien sigue cantando aquello de que le gustan las mujeres y le gusta el vino, es un aval de un potencial planetario para el Montecastro, no solo por la fama universal del español más conocido en el ‘mundo mundial’, sino por su portentosa sabiduría en tema de vinos. Pero la Castilla es así de austera y discreta, de manera que el Montecastro hay que seguir abriéndolo lentamente huyendo de los vinos que no resisten la silenciosa liturgia de la cata.
“Acepté participar”, dijo de su condición de socio de la bodega, “porque son todas personas muy serias y el enólogo [Bertrand Erhard] es muy bueno.”
No hay prisa alguna por quemar etapas. En palabras de la voz más escuchada en el mundo en español, “empezamos con un vino correcto y querremos hacer uno grande. Eso será dentro de cuarenta años.”
Así es la pasión tinta de Julio Iglesias. Sin el menor atisbo de prisas. A largo plazo.
Elaborado con uvas de la variedad Tinto Fino, el Montecastro 2008 es un Crianza que viene a ser de hecho un Reserva tras los 18 meses que pasó en barricas de roble francés y americano. Hay que descorcharlo con toda reverencia en silencio para escuchar el suspiro de todo buen vino en el momento de la verdad.
Luego ya viene la liturgia habitual que los pasos de la exploración con ojos, nariz y gusto para apreciar los matices a profundo color púrpura y los aromas a moras, arándanos y bayas silvestres para comulgar con la equilibrada estructura y justa acidez de su buena crianza en bodega.
Un vino con clase, noble y señorial.
Una de cada tres de las 50.000 botellas bordelesas, o sea, 600 botellas, tiene ahí a disposición Luis, el bodeguero que no da su apellido y ya creo haber descubierto la razón: él se considera a sí mismo ‘apellido’ del nombre propio de ‘Bodega’.

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