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25 ago 2012

Julio Iglesias en el Kursaal

 El Auditorio Kursaal acogerá el 13 de octubre uno de esos conciertos que vienen con el marchamo de acontecimiento. Tras 20 años de ausencia, Julio Iglesias regresará en otoño a Donostia, tal vez no en la cúspide de su carrera como entonces, pero con la expectación que despiertan sus visitas intacta.


En julio actuó en Bilbao, también tras dos décadas, y batió el récord de recaudación en los trece años de historia del Palacio Euskalduna, pese a que el precio de las entradas para el recital de hora y media oscilaba entre los 66 y los 308 euros (esta ultima entrada incluía un cóctel de bienvenida, un obsequio y puerta de acceso preferente). La promotora del concierto, Get In, no pudo precisar ayer el precio de los pases del concierto donostiarra, que se pondrán a la venta el miércoles.

La actuación forma parte de una gira europea en la que Iglesias (Madrid, 1943) recurrirá a su último disco 1 (2011), un recopilatorio de grandes éxitos (regrabados con la actual tecnología de sonido) entre los que figuran Hey, Por el amor de un mujer, Bamboleo, Me va, me va o Me olvidé de vivir.
Un espectáculo distinto al que el icono de la música ligera ofreció en el Velódromo de Anoeta el 15 de agosto de 1992, en plena Aste Nagusia, durante el tour de presentación del álbum Calor. Lo acompañaba un montaje espectacular, con un escenario de una altura equivalente a un edificio de cuatro plantas. Según las crónicas de la época, su paso por la ciudad fue fugaz: llegó la misma tarde del concierto, con el tiempo justo para ensayar, y se marchó al día siguiente por la mañana.salud, dinero... Para alcanzar la gloria de 1992 y para preservarla hasta 2012, tuvieron que conjurarse varias circunstancias. La primera, poco vinculada a la música, fue su talento futbolístico, que le llevó a ser incorporado como portero a la primera plantilla del Real Madrid. En ese momento de ilusión máxima, un accidente de tráfico, que estuvo a punto de dejarlo inválido para siempre, truncó su carrera deportiva. Durante el periodo de rehabilitación, un enfermero le regaló una guitarra. Se fue a Londres a estudiar inglés para dejar atrás complejos y frustraciones derivados del siniestro, y empezó a tocar en pubs. En ese periodo compone la letra de La vida sigue igual, la canción que, según el propio cantante, mejor le define y a la que más debe, en la que empieza a entrever la luz. ("Siempre hay por qué vivir, y por qué luchar..."). Este tema marcaría su destino.

A su instinto de superación, se sumó la intervención del azar. En una entrevista con TVE emitida la pasada Navidad, el intérprete explicaba que presentó la composición a una compañía de discos, y fue escogida, pero para que la cantara otra voz, Manolo Pelayo, que entonces estaba de moda. Sin embargo, 20 días antes del concurso, el infortunado Pelayo enfermó de hepatitis , y a Iglesias, que no había actuado nunca con una orquesta, le dijeron que tenía que cantar él. Ganó el festival. Era 1968.
De ahí a Eurovisión con Gwendolyn y, a partir de entonces, empezó a escribirse su leyenda. Su trayectoria es un catálogo monótono de récords, reconocimientos y colaboraciones con colegas como Frank Sinatra. El fenómeno de Hey supuso su consagración mundial hasta erigirse en el cantante políglota: alemán, portugués, italiano, francés, inglés, japonés... Si atendemos a las cifras de Sony, forma parte de la lista de los diez mayores vendedores de discos de la historia (y será difícil que se modifique, habida cuenta de la evolución de la industria musical), gracias a su dominio de eso que se ha bautizado como canción ligera -basada, según la acotación de Wikipedia, en melodías pegadizas y relajadas-, su carisma y, por qué no, su repertorio inconfundible de gestos, con preferencia por la mano al corazón y al estómago.

En Donostia actuará un sábado, en el que algunos disfrutarán de puente, y en plena campaña electoral. Alguno recordará entonces que el padre del cantante fue secuestrado por ETA político militar del 29 de diciembre de 1981 al 17 de enero de 1982, hasta que fue liberado por la Policía. En coherencia con la personalidad peculiar de Julio Iglesias Puga, el progenitor del artista declaró en la Audiencia Nacional que una de sus captoras "era una chica adorable" y que le había "servido amablemente" el tiempo de su cautiverio. Además, desmintió que sus guardianes le requirieran 20.000 pesetas para lavar su ropa, y añadió que esa cantidad la había entregado motu propio para comprar "ropa interior de invierno".

...y amor La consideración de mito viviente de Iglesias incluye su no menos legendaria vida sentimental, dos matrimonios, ocho hijos (reconocidos) y las informaciones sobre su ingente número de amantes, declaraciones a las que hoy, desde una vida familiar que transita entre Punta Cana, Miami y Marbella, califica de superficiales y resta importancia, ciñéndose a la letra de Soy un truhán, soy un señor: "Mujeres en mi vida hubo que me quisieron, pero he de confesar que otras también me hirieron. Pero de cada momento que yo he vivido, saqué sin perjudicar el mejor partido". Así resume él mismo su peripecia vital: "No podía andar y corrí; no podía cantar y canté; no era el más guapo, pero, a veces, lo parecí".

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