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6 ago 2012

JULIO IGLESIAS EN ESTADO PURO

ÁNGEL H. SOPENA : A sus 68 años, Julio Iglesias se ha vuelto a lanzar a la carretera, eso sí, sin grandes novedades. Las canciones son las mismas de siempre, sus grandes éxitos arreglados con nueva tecnología. La gira Íntimo, con la que recorre este verano España le acercó al Mar Menor presentando 1, un álbum de grandes éxitos seleccionados por el cantante, que ha vendido más de 350 millones de discos en 40 años de carrera.

Arrancó con un ligero retraso, el público aún buscando los asientos en un campo con césped seco. Un escenario sobrio y un limitado sonido ´siseante´. Demasiado poco glamour para lo que se gasta, pese a los prohibitivos precios de las entradas, que costaban un pastón. Ya puede el mundo andar revuelto, que la vida sigue igual para Julio Iglesias. Para él y, claro, para sus seguidores, que siguen acudiendo en masa a sus recitales. Va a ser cierto que hay valores seguros que resisten a la crisis.

Un concierto de Julio Iglesias es mucho más que un concierto. No se acude a él sólo a ver y escuchar al cantante, sino a ver todo lo que en torno a él ocurre. Es esa frivolidad lo que seduce de Julio. Antes del comienzo, las puertas son un hervidero de famosos que acuden, además de para disfrutar del artista, para dejarse ver. Y el vecindario se entretiene viendo llegar a tanto vip en coche de lujo. Pocos acontecimientos musicales arrastran tanta cantidad de fotógrafos, cámaras, redactores y curiosos como un concierto de Julio Iglesias. Curiosa paradoja: la música es lo que menos se valora.


Tan criticado y denostado por unos, tan amado e idolatrado por otros, resulta que Julio es mejor cantante de lo que opinan sus detractores, y quizá no tan bueno como convienen los que le adoran. Pero, con el tiempo, ha aprendido a sacar partido de su escasa voz, pese a que a muchos les resulte sosa y ´cursi´, como indicó refiriéndose a sus comienzos. La dulzura se convierte en imagen de marca y seña de identidad.

No puede decirse, como de Gardel, que Julio canta cada día mejor, pero sí que tiene caballerosidad y estilo, incluso pasión, con esa fama de profesional incansable, como se entrevió en más de un pasaje del recital, dirigiéndolo todo con un chasquido de dedos. No es el nuevo Sinatra, aunque lleve años persiguiéndolo.

Conoce todos los trucos de viejo zorro, que maneja comedido, pero sin cortarse un pelo. «Los españoles hemos contribuido más que nadie a crear la gran cultura latina», o cualquier otra frase de este calibre, ponía en pie a un público enardecido que ya venía predispuesto. Se pudo comprobar fehacientemente cuando atacó una de las primeras estrofas de Quijote, «y presume de ser español donde quiera que va», que dejó el estadio tiritando. Si una frase que canta desde hace tantos años puede hacer esos estragos, es lógico que el cantante explote la vena patriótica (aunque pague sus impuestos en Miami o vaya usted a saber dónde) en las alocuciones que salpicó entre sus canciones, referidas a la disgregación de España, o a lo empequeñecido que él se ve cuando viene.

Lo resumió con la siguiente frase: «Un país que no canta junto, no gana». Julio es puro estereotipo. Y, al propio tiempo, una persona a la que te gustaría proteger. Claro que vas y piensas, bueno, este hombre está bañado en oro y maldita la necesidad de protección que tiene.
Julio Iglesias es para sus seguidores más grande que sus canciones y estrofas de amor, seducción, despecho y llanto de varón herido. Solo hay un Julio, se rompió el molde.


Noche pasional

Acompañado por tres sincronizadas y esbeltas coristas y músicos estrictamente profesionales, protagonizó una noche pasional con el ambiente perfumado por un intenso olor a dinero fresco y lujo, aunque no tanto como otrora. O tempora, o mores.
Pasó por encima de su repertorio reduciéndolo a un hilo musical: instrumentaciones a un volumen bajísimo, festival de tics vocales y quiebros temperamentales, silencios dramáticos€ Y mucha coba a la audiencia desde los primeros minutos del recital. «En La Manga, hace 45 años, hice mi primera película», «queridísima Murcia. Hoy me siento murciano de hecho».

Húmedo bochorno, luna tapada por las nubes y piropos a tropel mientras sonaban las primeras canciones, Amor, amor, amor, y Nathalie. «La música nuestra, la música latina más apasionada, es el tango», sentenció antes de cantar A media luz (bailada por una sensual pareja) y reflexionar sobre los poderes del género para el embarazo.

Julio se prodigó en todo tipo de reflexiones ´existenciales´ y citas (mencionó incluso a Fellini) recurriendo a canciones de «cuando éramos mucho más jóvenes»: Un canto a Galicia, Hey, Manuela, Me olvidé de vivir€ Se atrevió con My Sweet Lord, de George Harrison. Siguieron canciones como De niña a mujer, Abrázame... Luego se alió con una de las coristas en una balada tipo Las Vegas, When You Tell Me That You Love Me, de Albert Hammond (conocida por el dueto con Diana Ross). El público se embriagó «del amor», «de la miel», «de la voz azul» de sus canciones, sobre todo cuando cantó aquello de «ser bohemio, poeta y ser golfo me va». Le va, le va. ¿Y a quién no? Siempre ha sido un crápula simpático que no ha necesitado esconderse, como otros, en la noche encanallada. Él solito resume y dinamita el decálogo del vividor.

Vestido con un impecable traje oscuro, corbata a juego y camisa blanca, luciendo eterna sonrisa blanca de ganador, un bronceadísimo rostro, la mano derecha en el pecho y sus ademanes de siempre, pero también leve barriguita y galopante alopecia, el cantante hizo de sí mismo. No faltaron sus famosos «¡Ueah!».

El público también lució sus mejores galas veraniegas. Bien diferenciado, tan dispar como el desembolso que había realizado en taquilla por sus localidades, aplaudía cada aullido del cantante, cada subida de tono, cada melodramática gesticulación, cada movimiento de su cuerpo, estos últimos dosificados con cuentagotas. «Dormidos estáis. Vengan acá», y el público asaltó las primeras filas.

En el bis llegaría La vida sigue igual y una versión de A mi manera, que, según él, canta desde hace unos meses y se ha convertido en su preferida. ¿Reflexión sobre el paso del tiempo? Volvería a salir, y fue entonces cuando sufrió una caída. Todo su equipo se arremolinó junto a él y le ayudó a levantarse. Siguió cantando Me va, me va, pero quizás ese suceso precipitó el final.
En fin, Julio en estado puro.

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