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22 ago 2009

JULIO IGLESIAS LLENA LA PLAZA DE TOROS DE VALENCIA

El cantante desató anoche en Valencia el entusiasmo de un público entregado en el concierto que se realizó en una abarrotada plaza de toros El primer recital del artista en la ciudad se celebró hace cuarenta años

Si hace ocho años Julio Iglesias invitó a una abarrotada plaza de toros a acabar la noche «haciendo el amor en sus casas», ayer en el coso de la calle Xàtiva dio por hecho que habría mucho amor pero rogó «que se hiciera de pie, como un tango».
Estas palabras del conocido cantante vinieron a colación de la primera anécdota que contó en el concierto que se celebró en la plaza de toros de Valencia: «Una mujer en el recital de hace dos días en Castellón me preguntó qué tal me encontraba, yo le dije que de cintura para arriba bastante bien y que de cintura para abajo... dependería de ella». Sin embargo, a medianoche, cuando su «Me va, me va...» cerraba el concierto, el cantante se quedó literalmente desundo de cintura para arriba, mostrando el pecho como un vigilante de la playa. Locura absoluta.
Casi dos horas antes, en el inicio del recital, el intérprete esbozó una media sonrisa: «esta noche vengo a convencerles de que tengo 48 años». Julio Iglesias saltó a la fama siendo un seductor y el día que se retire de la música lo hará seduciendo a las mujeres. Como anoche. Otra noche más.
El concierto comenzó con cierto retraso y lo abrió el tema «Dulcinea». Con los ojos cerrados, el micrófono sujeto con debilidad, como le es propio, y subiéndolo y bajándolo de la barbilla a la boca del estómago, modulando la voz a su antojo. Alrededor del escenario dos grandes pantallas y sobre el mismo sus músicos y cuatro coristas que bien podrían desfilar en la pasarela del Carmen. Él, para no perder la costumbre, traje, zapatos y corbata negra con camisa blanca.
Público femenino
El público lo dominaba el sector femenino, con mujeres que iban desde los 40 años hasta los ochenta y pico. Algunas de ellas, incluso con muletas y silla de ruedas. Era noche de abanicos, bronceados, vestiditos vaporosos blancos y alhajas bien doradas. Llamaba la atención la amplia presencia latinoamericana.
En cuanto hubo interpretado las tres primeras canciones una mujer se acercó espontáneamente a entregarle un ramo de flores. «Esta tierra tiene muchas connotaciones para mí, pero lo más importante es que es una tierra muy querida que conozco de norte a sur», manifestó el cantante. Enseguida vendría «Natalia» y «La gota fría», momento en el que soltó su primer «ueaaaaa» cuando una de las coristas se contorneó casualmente a su lado.
También tuvo tiempo para su pequeña arenga política: «No he visto más progreso en la España actual que el que hay en Valencia». Al segundo toda la plaza chilló «president, president». Julio Iglesias se animó y reivindicó una España «una y plural, pero una».
Si uno quiere localizar en el recuerdo el primero concierto de Julio Iglesias en Valencia deberá remontarse a 1969. Fallas. El más reciente, hace ahora ocho años. Como entonces, el intérprete dio orden de colocar estratégicamente a los fotógrafos a una distancia prudencial. Poco más de 20 metros. Para que el lector se haga una idea, como lo largo de una pista de tenis. Evita la proximidad de los reporteros gráficos con sus poderosas lentes de resolución.
Ariel Rot dice que después los conciertos ya no se va de marcha porque le «duele la espalda». La edad no perdona. Ni a los más roqueros. Julio Iglesias, algunos años mayor que el intérprete argentino, ha hecho lo propio desde que aterrizó en Valencia el pasado martes. A rajatabla.
Tranquilidad y buenos alimentos (horchata preconcierto incluida) antes del 'show'. Y bien lejitos del meollo. Como los futbolistas cuando se recluyen en 'concentración' previa a un partido decisivo, el cantante ha evitado el bullicio que gira en torno a la Fórmula 1 y por ello eludió los ya conocidos hoteles de lujo del centro y playa de Valencia.
Cenas a hurtadillas en restaurantes selectos donde conoce al 'amo' y poco folklore más. De la dársena del puerto, del 'ji-ji. ja-ja' de las fiestas del Umbracle y demás garitos 'fashion', ni hablar del peluquín. El faranduleo a una maratón de distancia. En otra comarca. Escogió un hotel de la comarca del Camp del Turia. Según los responsables del complejo hotelero su estancia fue agradable -cómo no- y el cantante ha «prometido» regresar al mismo acompañado de su familia.
Al cierre de esta edición, el concierto no había finalizado.

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