Se hizo desear porque los elementos se interpusieron contra él, pero triunfó, a su estilo y con su público en el último concierto del año en España. Más de 7.000 espectadores le aclamaron en Ávila tras haber protestado el retraso de más de dos horas en comenzar el concierto.
A punto de cumplir 68 años, incluido entre los diez artistas que más discos han vendido y como representativo de la imagen del latin lover, aquel que fuera jugador del Real Madrid es una estrella que sabe hacer lo que gusta a su público, aunque antes y durante décadas convenció a generaciones enteras. El ejemplo es el fervor de su afición, desde veinteañeros a octogenarios.
Cuando salió al escenario del Estadio Adolfo Suárez para entonar ‘Quijote’, el público estaba harto de esperar una actuación prevista para más de dos horas antes, retrasada por una tormenta y luego por problemas técnicos. Se deshizo en disculpas -dijo haberlo “pasado mal en la espera”- y aseguró situaciones como esta sólo le habían ocurrido dos veces, ésta y hace 35 años en Arenas de San Pedro, prometiendo que cuando terminase el recital, sobre las dos menos cuarto, los asistentes se irían contentos: “les prometo que cuando se vayan a casa dirán, ‘este sinvergüenza de Julio Iglesias nos ha hecho esperar, pero ha merecido la pena’”.
“Nunca me esperaba volver a cantar a Ávila después de tanto tiempo”, tras recordar que actuó en 1976 -también en 1971-, e inició un periplo por su larga trayectoria musical, desde ‘Ni te tengo ni te olvido’ a ‘Manuela’, pasando por ‘Me olvidé de vivir’ o ‘De niña a mujer’, su repertorio acumulado a lo largo de, ni más ni menos, que cinco décadas que hizo las delicias de sus fieles. Y es que desde ‘Un canto a Galicia’ de 1970 a ‘Nathalie’, de 2010, han pasado 40 años.
Protestas
La actuación no estuvo exenta en los primeros temas de problemas técnicos que se acusaban en un sonido que fue protestado con gritos por quienes llenaban la grada, los mismos que en la larga espera se dedicaron a recriminar la tardanza, cantar canciones o hacer la ola.
Según avanzaba el evento, Iglesias se iba metiendo en el bolsillo al público, pero cuando llegó ‘Hey’ o ‘Me va, me va’ aquello fue un clamor, que creció con ‘La vida sigue igual’, a la vez que con ‘Soy un truhán, soy un señor’, ‘Échame a mí la culpa’ y ‘Vuela libre, vuela alto’, ya con una bandera de España para mostrar su “orgullo” de ser español y de cantar en su país, “un privilegio”, dijo.
Mientras, los sones de nuevo del ‘Me va, me va’ -sonaron hasta cuatro veces- para culminar el quinto y último concierto del verano en España, antes de partir hacia su residencia de invierno en Miami, y tras los ofrecidos en Aranjuez, Cap Roig, Lucena y Gandía. Al final, los asistentes parece que marcharon satisfechos, tal y como había vaticinado el artista, rodeado de un equipo de músicos efectivos, una pareja de tango argentina y sus llamativas bailarinas procedentes de diversos países que él no se olvidó de recordar.
Bailaban delante de él y afirmó teatralmente turbado: “si tuviera 30 años”. Al menos para el escenario, casi como si los hubiera cumplido, Julio Iglesias en estado natural, el latin lover por antonomasia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario