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13 feb 2010

LA MAGIA DE JULIO IGLESIAS EN ARGENTINA

Iglesias, un donjuán a la vieja usanza, da y recibe sin retaceos. Se prodiga durante casi dos horas ante un estadio que corea -pero no grita- sus canciones
Por Daniel Sousa


La noche imita el semblante de su protagonista. Serena, cálida, seductora. De la misma manera se muestra el cantante latino por excelencia en esta gira con la que celebra cuatro décadas sobre los escenarios.

La banda musical, de gran lucimiento aun en su rol de acompañante, antecede el ingreso del ídolo. El público numeroso recibe a Julio Iglesias con pasión pero sin euforia. Así será todo en esta velada memorable: natural, simple y directo al corazón.

Iglesias, un donjuán a la vieja usanza, da y recibe sin retaceos. Se prodiga durante casi dos horas ante un estadio que corea -pero no grita- sus canciones. El primer flechazo lo da con "Nathalie", uno de los clásicos, y empalma luego "La gota fría". Unos pocos se animan al baile imitando el sinuoso andar de una de las muchachas del coro. El resto disfruta en silencio, con el mismo gozo con que el español dice haber llegado a esta única presentación en Buenos Aires.

LOS CLASICOS

Habla poco Iglesias, y felizmente evita los alardes sexuales a los ya nos tenía acostumbrados. Dice que "la Argentina es una tierra bella con un pueblo privilegiado" y que "aquí todos son guapos".

De inmediato evoca al bailarín Osvaldo Zotto, recientemente fallecido, quien lo acompañó durante años en sus vueltas por el mundo. Le dedica el tango "A media luz" en una versión pequeña, casi pudorosa, que de tan emotiva impide abrir un juicio crítico.

El resto del programa se compone de los grandes éxitos de su carrera, que lo han llevado a vender casi trescientos millones de discos. Pasan "Echame la culpa a mí", "De niña a mujer", "Manuela", "El amor", "Hey", "La carretera". Inquieta, su mano derecha dibuja figuras en el aire, se detiene en el vientre, lo acaricia. Entorna los ojos Iglesias, y se regodea con ese acento castizo que enciende a las mujeres. Intercala temas en inglés ("Crazy", "You are always on my mind"), en francés, en italiano. En lengua gallega ofrece también una canción propia en homenaje a sus ancestros: "Un canto a Galicia".

Un relato breve de su reciente paso por Haití deja al público -y a él mismo- en carne viva. Se repone con "La cumparsita", que bailan nuestros compatriotas Soledad Fernández y Hernán Gelosi, soberbios.

El tiempo parece detenerse cuando Iglesias preanuncia la despedida con "Soy un truhán, soy un señor". Entonces sí la gente se anima a gritarle su amor incondicional. Sonríe de costado el español, eleva las manos unidas como en oración y se marcha con "Me va, me va". La magia sigue intacta.

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